Algún tiempo atrás le oí decir a un profesor en clase de ética que "hemos creado un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para impresionar personas que no nos importan", se llama capitalismo, y esta película es el palpitante reflejo del origen, desarrollo y consecuencias de dicho sistema.
Parásito (2019), la primera película sur coreana ganadora del mejor premio de Cannes: La Palme d´Or, cuenta la historia de dos familias en extremos opuestos de la escala social, y cómo la que está en el extremo más bajo, de forma paulatina y corrompida se vuelve necesaria para la otra (tal como lo hace el capitalismo) y cómo este sistema termina irremediablemente mal.
Con potente maestría Bong Joo-Ho (el director) nos guía por un desenfrenado e impredecible carrusel de emociones, donde hay desde humor profundamente negro, con cosas como un personaje burlándose de Kim Jong-Un (el presidente norcoreano), hasta perturbadoras escenas de sangre salpicando la cena. De las 7 películas dirigidas por Bong, esta es la más vertiginosa e inteligente mezcla de tonos que ha hecho: en un instante puede ser incluso poética y al instante siguiente es brutalmente grotesca, y de alguna forma extraña este entramado funciona, jamás pierde su norte, en todos sus detalles esta película muestra lo que es el capitalismo: una serie de personajes que le crean necesidades a una familia, y luego les ofrecen una solución para que los contraten a ellos como sus empleados, tal cual como el mercado le crea necesidades a la gente para que luego compren sus productos o adquieran sus servicios. No hay forma de que un sistema tan cínico resulte bien, pues los parásitos están hechos para destruir aquello de lo que se alimentan.
A lo largo de una película llena de angustias, risas, miedo, tensión, incluso asco, la crítica social que marca es implacable: la construcción social ha hecho que unos vivan en una burbuja donde les huele raro la gente que se moviliza en transporte público, mientras otros amanecen en albergues para damnificados y encuentran a diario alternativas de supervivencia que no son las éticamente indicadas. Bong sabe que esto no es culpa de los individuos, sino de la sociedad (nosotros mismos) que se ha encargado de marginarlos y presionarlos hasta estos extremos, por eso en su película no hay ni buenos ni malos, allí no se juzga a nadie, sólo se retrata con salvaje ironía el inmenso abismo que hay entre las clases sociales. A pesar de ello, en el filme los pobres parecen ser los únicos parásitos. Y en este punto se hace importante aclarar que en términos generales toda la escala social funciona de forma parásita, los pobres no son los únicos que se aprovechan convenientemente de los demás eslabones de la escala para sobrevivir en un mundo capitalista. Entre todos nos destruimos a diario, lo que pasa es que hay tanto dinero en medio que nos da miedo reestructurar nuestra organización social. Yo quiero ofrecer una premisa distinta: la historia de dos familias en extremos opuestos de la escala social, y cómo la que está en el extremo más alto, de forma paulatina y corrompida pone bajo su servicio todos los miembros de la otra, tal como lo hacen los monopolios (fenómeno capitalista) y cómo este sistema termina irremediablemente mal.