miércoles, 29 de enero de 2020

Parásito (Parasite)


Algún tiempo atrás le oí decir a un profesor en clase de ética que "hemos creado un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para impresionar personas que no nos importan", se llama capitalismo, y esta película es el palpitante reflejo del origen, desarrollo y consecuencias de dicho sistema.
Parásito (2019), la primera película sur coreana ganadora del mejor premio de Cannes: La Palme d´Or, cuenta la historia de dos familias en extremos opuestos de la escala social, y cómo la que está en el extremo más bajo, de forma paulatina y corrompida se vuelve necesaria para la otra (tal como lo hace el capitalismo) y cómo este sistema termina irremediablemente mal.
Con potente maestría Bong Joo-Ho (el director) nos guía por un desenfrenado e impredecible carrusel de emociones, donde hay desde humor profundamente negro, con cosas como un personaje burlándose de Kim Jong-Un (el presidente norcoreano), hasta perturbadoras escenas de sangre salpicando la cena. De las 7 películas dirigidas por Bong, esta es la más vertiginosa e inteligente mezcla de tonos que ha hecho: en un instante puede ser incluso poética y al instante siguiente es brutalmente grotesca, y de alguna forma extraña este entramado funciona, jamás pierde su norte, en todos sus detalles esta película muestra lo que es el capitalismo: una serie de personajes que le crean necesidades a una familia, y luego les ofrecen una solución para que los contraten a ellos como sus empleados, tal cual como el mercado le crea necesidades a la gente para que luego compren sus productos o adquieran sus serviciosNo hay forma de que un sistema tan cínico resulte bien, pues los parásitos están hechos para destruir aquello de lo que se alimentan.

A lo largo de una película llena de angustias, risas, miedo, tensión, incluso asco, la crítica social que marca es implacable: la construcción social ha hecho que unos vivan en una burbuja donde les huele raro la gente que se moviliza en transporte público, mientras otros amanecen en albergues para damnificados y encuentran a diario alternativas de supervivencia que no son las éticamente indicadas. Bong sabe que esto no es culpa de los individuos, sino de la sociedad (nosotros mismos) que se ha encargado de marginarlos y presionarlos hasta estos extremos, por eso en su película no hay ni buenos ni malos, allí no se juzga a nadie, sólo se retrata con salvaje ironía el inmenso abismo que hay entre las clases sociales. A pesar de ello, en el filme los pobres parecen ser los únicos parásitos. Y en este punto se hace importante aclarar que en términos generales toda la escala social funciona de forma parásita, los pobres no son los únicos que se aprovechan convenientemente de los demás eslabones de la escala para sobrevivir en un mundo capitalista. Entre todos nos destruimos a diario, lo que pasa es que hay tanto dinero en medio que nos da miedo reestructurar nuestra organización social. Yo quiero ofrecer una premisa distinta: la historia de dos familias en extremos opuestos de la escala social, y cómo la que está en el extremo más alto, de forma paulatina y corrompida pone bajo su servicio todos los miembros de la otra, tal como lo hacen los monopolios (fenómeno capitalista) y cómo este sistema termina irremediablemente mal.

martes, 21 de enero de 2020

El irlandés (The irishman)


El neoyorkino Martin Scorsese lleva de vuelta a Netflix a la nominación más grande de La Academia con El irlandés (2019), una película donde expone con innegable madurez y serenidad los siniestros cimientos de “la gran nación americana”.
Basada en el libro I heard you paint houses de Charles Brandt, y con un excepcional trío actoral, trae a la pantalla chica la historia de Frank (Robert De Niro), sicario y mano derecha de uno de los líderes sindicales más grandes de los Estados Unidos del siglo pasado: Jimmy Hoffa (Al Pacino), y cómo estos se alían con el gánster Russell Bufalino (Joe Pesci). Un filme lleno de orgullo, tensión y sangre fría, que atraviesa 3 décadas de la historia estadounidense, en donde no sólo muestra la influencia directa de la mafia italiana en la política de la época, sino además cómo se edifica con ello el país que llegó al nuevo milenio.
Es decir, la película no sólo cuenta cómo Frank seguía órdenes, como si estuviera en el ejército, afectando el libre desarrollo económico de la ciudad, sino que además indaga en un hecho que hoy en día se sigue reproduciendo en muchos de los nativos estadounidenses: compensar a alguien por un favor que te hizo. Hecho que, si bien es evidente en todas las películas de gánsters, nunca fue tan palpable su réplica en la mentalidad de los estadounidenses, pues nadie había ahondado tanto en el lado noble y sensible de los gánsters que construyeron la historia de los Estados Unidos y sus súbditos como Scorsese lo hace en esta película. El filme no sólo se fija en el sadismo, ambición y soberbia que inundaba a esta gente, también acompaña a estos personajes, que ayudaron a edificar ese país, a construir valores como el de la familia o la lealtad, mientras le disparaban a otros en la cara o quitaban y ponían presidentes. Una sátira sobre cómo construir un hogar pero también un país…
Si bien su grandilocuencia está hecha para verla en cine, más no en casa, Scorsese hace un trabajo magistral retomando sus temáticas más fuertes, para contar una historia necesaria en su carrera, una historia que reúne todo su conocimiento y talento más basto en un solo filme. Sin embargo tiene un desagüe: usa nuevas tecnologías de rejuvenecimiento digital, lo cual funciona bastante bien en los rostros, pero aunque Robert De Niro luzca como cuando tenía 30, sigue teniendo 76 años, y se le nota en sus movimientos y su voz, lo cual no permite que la evolución del personaje sea evidente, y hace aún más lentas sus 3 horas y 29 minutos de duración.

Este filme está tan lleno de comedia negra como de violencia. Es un extraordinario relato de amistad y lealtad que vale la pena ver, no sólo porque es entretenimiento puro, sino porque expone abiertamente las bases corruptas sobre las que Estados Unidos se hizo potencia mundial, como intentando desahuciar a los cubanos, por ejemplo.

Para ver el trailer.

jueves, 9 de enero de 2020

Litigante


Litigante (2019) cuenta el fragmento de la historia de una mujer en donde lucha por librarse de un escándalo de corrupción en su trabajo, ser madre, y pelear contra el cáncer de su mamá mientras saca a relucir sus heridas de hija. Es una versión burguesa de Karen llora en un bus (2011) de Gabriel Rojas, con el mismo potencial, igual de desperdiciado.
Franco Lolli (el director) se ha ido haciendo a la fama con películas de tramas muy cotidianas, con ambientes y situaciones más habituales en el diario vivir de los citadinos que en la pantalla grande. Él talla sus películas con la idiosincrasia nuestra, y Litigante no es la excepción. Sus muy bien definidos personajes afrontan las situaciones de forma muy natural, no se envuelven en los problemas como buscando una solución, sino como viviendo la vida. Ahora, si bien esa es una dosis de honestidad y humanidad muy fuerte que la película carga consigo misma, también es un arma de doble filo, pues por ir tras un retrato íntegro de una serie de situaciones comunes, no logra alcanzar la fuerza de enganche suficiente para sumir de lleno al espectador en el drama del filme, y que sufra con Carolinan Sanín ese fragmento de su historia, y por ese orificio se le escapa a la película su potencial.
Hay que aclarar que no es una mala película, así como Karen llora en un bus tampoco lo es. Litigante es una peli sencilla, sincera e incluso transgresora en la forma en que está hecha. Los diálogos no están libreteados por ejemplo, se elaboran a sí mismos en escena, lo cual apoya un montón el aire de franqueza que envuelve todo el filme, aunque en ocasiones, por los mismo, también pierden fuerza. No va a pasar a la historia del cine colombiano como una película importante, como sí lo hizo Gente de bien en el 2014, pero es evidente que Franco Lolli está muy bien encaminado como director.

lunes, 6 de enero de 2020

Una historia de Brooklyn (The squid and the whale)



The squid and the whale (2005) cuenta la desequilibrante historia de la separación de la familia Brekman en Brooklyn, Nueva York. Una película bastante realista con el desamor.
La relación entre Bernard y Johan se ha deteriorado al punto de volverse insoportable, así que deciden separarse aunque en medio tengan dos hijos: Frank, un pequeño que está entrando en a la adolescencia, y Walt (Jesse Einsenberg) un adolescente. Durante esta separación cada uno de los cuatro integrantes de la familia empieza a afrontar una vida nueva lejos de lo que habían construido como su hogar. La película se centra en explorar los desequilibrios emocionales causados por esa nueva vida donde los lazos familiares están roídos, hace una incisión en ellos y hurga en su inestable presente para retratar la forma en la que cada uno sufre su propia crisis.
Ver adultos cometer cosas estúpidas por desamor es normal, pero ser testigo de cómo esas estupideces causan desequilibrio en sus hijos y los marca profunda e intensamente, es, por un lado, bastante cercano a la realidad, y por el otro, un escenario realmente triste y lúgubre que la película logra capturar con asombrosa honestidad.
Si una ballena atacara a un pulpo gigante, sería una lucha colosal, y ninguno ganaría, ambos quedarían demasiado mal heridos. Ser ese pequeño que está en medio de un matrimonio disfuncional es ser su campo de lucha, es ser el mar.

Para ver el trailer.