SPOILERS
Desde la imaginación de uno de los creadores del Dogma llega
a la pantalla grande una conversación entre una ninfómana y un asexual, en
donde ella le contará a él la historia de su vida, sintiéndose profundamente
culpable por todo el daño que le ha causado a todos aquellos que han pasado por
entre sus piernas. Él, procurando entender, asociará sus detalladas historias
con algún conocimiento recóndito en su intelecto. Es así como el filme logra
reducir la entera humanidad al mero placer sexual, tal como lo proponía Sigmund
Freud.
Al mejor estilo ágil e incisivo de Lars von Trier, y en medio de una
narrativa a veces transgresora y a veces poética, el danés equipara el salir a cazar
a alguien para pasar la noche, con una avanzada técnica de pesca con anzuelo;
la búsqueda de aquel que cause el orgasmo perfecto, con la composición de una
pieza clásica de J. S. Bach; el cambiarse de religión, con convertirse al
sadomasoquismo. Y lo hace tan bien, que su reflexión filosófica obtiene una
forma sólida, aunque en ocasiones bordee fuertemente esa tendencia
seudo-intelectual tan común en sus películas.
Según Freud, el desarrollo de una psique sana depende de haber
experimentado a cabalidad las diferentes etapas de la sexualidad (el placer),
desde que se es un bebé hasta que se es adulto. Esto quiere decir que los
cimientos de nuestra sociedad están construidos con base en nuestra experiencia
sexual. Pues bien ¿Qué ocurre si en esta sociedad existe alguien con una
dislocación de placer? Lars von Trier ha puesto a dos de estas personas en una
misma habitación: una que quiere que le llenen todos los orificios de su
cuerpo, y el otro, que a pesar de su avanzada edad, no tiene idea de lo que es
el coito. Luego de demostrar cuánto se complementan el uno al otro, y de
presionarlos al borde de su propios displaceres y ansiedades, el final no es
otro que el que Freud hubiera podido predecir para este encuentro:
irremediablemente uno de ellos terminará asesinando al otro. Y la película se
tomará 4 horas y 25 minutos en mostrar cómo y porqué.
Llena de diálogos eruditos, y de sexo explícito y salvaje, logra excitar
a más de uno con sus aversiones morales, mientras plantea, a su vez, fuertes
cuestionamientos éticos sobre la percepción sexual de los individuos:
¿realmente el amor va de la mano con el sexo, o se puede amar a alguien y tener
sexo con otras personas sin que ninguna de las dos cosas interfieran entre sí?
¿Es la pedofilia una enfermedad o un gusto particular? Así como se puede
preferir las galletas de chocolate pequeñas sobre las galletas de chocolate
grandes ¿Qué es eso que nos avergüenza tanto del sexo que nos exige privacidad
para fornicar?
Sin embargo, al ser esta película una reflexión filosófica, plantea
cuestionamientos más no respuestas. Omitiendo abruptamente esta evidencia, el
filme ha sido señalado como sexista, excesivo, pornográfico, incluso misógino;
pero ciertamente todo eso reside en los ojos políticamente correctos que se
sientan a verla, pues si bien el filme está lleno de erotismo explícito y
estimulante sexo sin ningún tipo de tapujos o cohibiciones, así mismo tiene un
trasfondo bastante fuerte en contra del amor como un ideal social, y en su
puesto, pretende poner el instinto más humano, carnal y salvaje que hay en un
orgasmo. Tanto así, que logra traducir a imágenes la teoría de Freud, sobre
cómo dominar una sociedad reprimiéndoles del sexo.