La casa de los locos (2002) es una película rusa de Andrey
Konchalovskiy, que nos traslada a 1996, cuando los chechenos respondían a los
masivos ataques de Rusia. En la región fronteriza de Ingushetia había un
manicomio que, a causa de la guerra, una madrugada amaneció sin doctores ni
enfermeras.
Esta comedia absurda, en ocasiones equiparable en su técnica y su historia con Los
idiotas (1998) de Lars von Trier, está basada en un hecho real. Los enfermos
mentales, que en realidad parecen estúpidos, fueron dejados a su albedrío. Varios
integrantes de ambos bandos pasarán a refugiarse en el hospital, conviviendo así
con los enfermos, mientras a su vez la razón y marca de la guerra se irá
equiparando con la demencia e idiotez de los hospitalizados. Un inteligente espejo
de la guerra, reflejando a los imbéciles de un manicomio.
Alguno de los armados que arriba al hospital incluso tiene
su propia crisis mental dentro de las paredes baleadas y vidrios rotos del lugar.
Todos los que llagan allí tienen algún rayón en la psique, sin embargo el filme
también proyectará una imagen sensible y humana, tanto de los militares como de
los idiotas. Mientras los primeros lloran recordando haber visto a sus padres y
hermanos morir, o buscan una inyección lo suficientemente fuerte para soportar
el combate, los segundos se enamoran y guardan poesía con ellos. Entre su
reflexión simbólica, Andrey evidencia cómo la nobleza e imparcialidad de unas
personas totalmente limpias del odio que la historia humana carga consigo, alcanza
objetivos con mejores estrategias que las violentas y despiadadas tácticas
militares.
La guerra de Chechenia es una disputa territorial entre Rusia
y los chechenos, que en realidad es una lucha por quien explota y cobra
ganancias por el petróleo que hay en esta región. Un conflicto tan absurdo como
que Brian Adams aparezca en una película rusa, como que una pelea de repente se
torne en un baile tradicional al son de un acordeón, como que dos militares se
hayan salvado el pellejo combatiendo en otro país por acaparar petróleo para los
más ricos, y luego se vuelvan a encontrar al interior de un manicomio luchando contra
ellos mismos por la disputa del petróleo de su propio país. Un filme tan claro,
simbólico y contundente como eso.
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