martes, 23 de abril de 2019

La noche de 12 años.



La noche de 12 años (2018), de Álvaro Brechner, cuenta el suplicio que sufrieron tres guerrilleros encarcelados, desde el 73 hasta el 85, por la dictadura militar uruguaya. Entre ellos estaba José Mujica, posterior presidente de Uruguay ¿Un recuento histórico o una peli de entretenimiento?

Mediante un golpe de estado ocurrido en 1973, los militares se montaron al poder y encarcelaron a 7 líderes del movimiento guerrillero Tupamaros, la película se centra en el encierro de 3 de ellos. No los podían asesinar, así que decidieron aislarlos de tal modo que la locura los asechara. El filme está dedicado casi exclusivamente a lo que sufrieron ellos en sus calabozos, tanto física como psicológicamente, sin embargo peca por efectista. En búsqueda de la representación de la represión, la soledad, los recuerdos, la locura, el encierro y el silencio, la película se excede en trucos, se vuelve artificiosa, y de tanto resaltar sus efectos termina banalizando todo esto que pretende representar. Como una película hecha por amateurs, que en vez de explotar al máximo el espectro de creatividad que brinda una película que habla sobre la locura, prefieren ceñirse a las viejas mañas narrativas, sin siquiera saber explotar a un personaje como José Mujica.

Es interesante la propuesta de recrear lo que vivieron estos personajes durante su condición como reenes políticos, sobre todo por la influencia que posteriormente ellos tendrían en el gobierno uruguayo (no hay que olvidar que son personas con resquicios de locura). Es un acto de memoria importante, es un llamado a no olvidar lo que fuimos, ni cómo llegamos hasta donde estamos. Pero la bondad de esto se queda en la propuesta, porque la película no logra siquiera transmitirle al espectador la angustia de los personajes, es un filme que no hace más que entretener, parece la sensacional promesa de un circo barato.


Para ver el trailer.

sábado, 20 de abril de 2019

El pan de la guerra (The breadwinner)


The Breadwinner (2017), es una película animada, no infantil, de la irlandesa Nora Twomey, basada en el libro con el mismo nombre de la canadiense Deborah Ellis, quien se inspiró en algunas de las entrevistas que hizo en campos de refugiados afganos a finales del siglo pasado para escribir su novela infantil. La película cuenta la historia de una niña que, tras el arresto de su padre por parte de los talibanes, debe hacerse pasar por niño para poder traer sustento a su hogar. ¿Por qué hacer una película animada sobre un contexto tan hostil? 

Nora Twomey deja ver su larga experiencia dirigiendo películas animadas, con un trabajo gráfico y narrativo impecable, y con una historia que es una gran combinación entre crear y adaptar: es una construcción absolutamente atrapante en donde se sostiene el aire infantil del texto original, pero donde a su vez se explora con prudencia y franquicia un contexto histórico, que aunque es alejado del contexto que evoca el cuento original, no pierde vigencia ni realismo. La música de la película es tal vez uno de los productores de emociones más fuertes que tiene el filme. Se articula armoniosamente con la animación. 

Radiante, conmovedora y angustiosa. Esta hermosa historia se sitúa en el 2001, cuando los talibanes dominaban Afganistán, justo antes de que los Estados Unidos lo invadiera. Allí, Parvana vende cosas con su padre en la calle, hasta que un día este es arrestado por “faltarle al respeto a la autoridad”. Desde entonces ella cambia su apariencia y poder llevar sustento a su familia sin tener mayores conflictos con los talibanes. La película le da de este modo a una joven kabulesa los mismos derechos que tienen los hombres, le permite salir, negociar, conocer gente, trabajar y a Parvana se le nota en el rostro la satisfacción que esto le produce. Esto la hace una película feminista, en cuanto le da las herramientas a una mujer para que sea autónoma y sostenga a su familia, dentro de un contexto donde algo así sería una aberración, y además le brinda los mismos derechos que tienen los hombres, explora las implicaciones que hay en ello y expone el goce de Parvana al disfrutar de su libertad.

El ser animada le permite varias cosas a la película: primero, no ser otra película más sobre la difícil situación en el medio oriente, sino contar la historia de una forma más amena con el espectador, que le permite dejarse llevar por las emociones del filme, ya que estas, "en muñequitos", parecen inocentes. Si fuera una película con actores reales sería mucho más oscura y lastimera, y el espectador promedio se autoprotegería ante el argumento que plantea el filme. Segundo, ampliar el espectro de edad. La película conserva la atmósfera infantil que tiene el libro de Deborah, lo cual la hace apta para un público más joven, le brinda a este instrumentos para acercarse y entender mejor el mundo. Y tercero, para sensibilizar de una forma menos chocante, más armoniosa y creativa respecto a una serie de situaciones que aún hoy en día se siguen presentando en esta región del globo, como lo son la guerra, la intolerancia, el extremismo religioso o la opresión.

Esta es una de las más galardonadas obras de Twomey, por su potencia emocional y enganche, por la representación tan purista que hace de la sociedad afgana, por la construcción tan acertada de los personajes, el juego con distintas formas de animación, y la construcción de la capacidad oratoria de Parvana. Una historia concisa y sensible, fuerte, impactante y bella. 

jueves, 18 de abril de 2019

Cafarnaum (Capharnaüm)


Capharnaüm(2018), es un filme de la admirable Nadine Labaki. La película cuenta las desventuras de un niño miserablemente pobre en Beirut, capital del Líbano, y cómo estas lo impulsan a llevar a juicio a sus padres por haberlo traído al mundo. ¿Es un pecado la pornomiseria en el cine?

La película no es una proeza en realización, pero vale la pena destacar su dirección de actores y hablar de su controversial montaje: la mayoría del filme está dedicado a proyectar la nobleza de Zein (el niño protagonista), quien parece aguantar todo lo que le pasa, pero este aguante se replica como amarillismo del dolor en la película, utilizando luego contados artificios típicos para manipular la sensibilidad del espectador. Una forma predecible.

Labaki es una de las más reconocidas directoras de cine a nivel mundial, y es libanesa, por ende tiene aún mayor responsabilidad sobre su relato, el cual en efecto es exagerado, y retumba una y otra vez en la pornomiseria. Pero el mensaje de su película no reside en la lastimera historia de Zein, pues desde el mero principio esta hace que el espectador se cuestione sobre su veracidad: ¿ciertamente es posible demandar a los padres por habernos traído al mundo? No, el mensaje del filme no está en la historia del niño, porque si nos fijamos únicamente en el recuadro de la pantalla, la historia termina siendo evidentemente manipulada, efectista y miserabilista. El mensaje del filme va más allá de lo que se ve, consiste en hacer un mapeo por las distintas adversidades a las que se enfrenta la población migrante en Beirut: la extrema pobreza, el hacinamiento, la pedofilia, la trata de blancas, la violencia, el conseguir papeles legales de residencia, trabajar y cosas más arraigadas a la cultura como el machismo y la tenencia de hijos. El niño y todo lo que le ocurre a él, que pareciese sacado de un compilado de historias de las calles de Beirut, son sólo una excusa para poder mostrarle al mundo cómo los migrantes pierden sus derechos al entrar a esta ciudad, y lo que muchos de ellos se ven sometidos a hacer para conservar la vida, no la historia particular de uno de los tantos migrantes que habitan allí.

Ciertamente es ingenuo creer que alguien como Labaki hizo un filme donde su intención es explotar pornográficamente la miseria, o creer que vende una imagen falsa de lo que es el Líbano, sobre todo cuando ella misma ha hecho películas como Caramel(2007) por ejemplo, donde muestra el Líbano como un lugar totalmente amigable. Las películas no tienen un solo punto de vista. Las buenas películas plantean cosas que van más allá de lo que se ve en pantalla. Sería estúpido creer que Ratcatcher (1999) también dirigida por una mujer, Lynne Ramsay, muestra a Glasgow, Inglaterra, como un sitio inhabitable porque su personaje principal es también un niño que tampoco tiene escapatoria de la vida que le tocó, y finalmente decide suicidarse, tan absurdamente como aquí Zein decide demandar a sus padres. Si fuera realmente un pecado que en el encuadre habite un retrato pornomiserable de una sociedad ¿dónde queda entonces Fish tank (2009) de Andrea Arnol (película con la que Capharnaüm tiene varias similitudes) o donde queda la obra de Carlos Mayolo? La responsabilidad social de un realizador no está solamente en lo que muestra, hay mil factores más que se entrecruzan con esa responsabilidad. Por eso no se puede señalar a una película por lo evidente a simple vista, porque esa primera impresión deja de esta película un aire de miseria exagerada, efectista, cuando realmente lo que hay allí es un collage de dificultades que le sucede a diario a diferentes migrantes, pero contadas desde un solo personaje.

Capharnaün tiene una premisa donde introduce sutilmente el concepto del aborto en una sociedad donde tener hijos hace parte del proyecto normal de vida de las personas promedio, y esto es una hazaña destacable por su impacto. Es un cuestionamiento directo a la cultura y las tradiciones desde una posición posmoderna y realista. Como dijo en alguna ocasión Fernando Vallejo “Nadie tiene el derecho de imponerle la vida a otra persona”.

sábado, 13 de abril de 2019

La balada de Buster Scruggs (the ballad of Buster Scruggs


The ballad of Buster Scruggs (2018), una película de los inseparables hermanos Coen, es el recopilado de 6 cuentos que ellos mismos escribieron durante diez años, que giran en torno al viejo oeste, la comedia negra y la violencia. ¿Es realmente lo que se esperaba después de tantos años?

Como ya es tradición en los Coen, el filme tiene diálogos muy cuidados, al igual que su diseño de producción. De hecho, es una película muy de ellos: con personajes y situaciones que delinean lo absurdo, acompañados de una puesta en escena y una música que hacen de todo esto una sutil comedia negra. La película jamás hubiera conseguido transmitir las sensaciones y mensajes que deja si hubiera sido dirigida por otras personas. Tiene su firma autoral en cada plano.

Las 6 historias se dilatan perceptiblemente, sin embargo no se sienten pesadas porque son relatos cortos en donde no hay espacio para el aburrimiento. Al contrario, le da aire al espectador para reflexionar y absorber lo que está viendo, le permite digerirlo. Esto les funciona muy bien porque, aunque el ritmo de las historias no sea necesariamente ágil, logra que el espectador cultive y procese distintos mensajes en cada corto, lo que le permite cambiar al siguiente cuento siempre con una sensación y un aire diferentes. La película sorprende, hace reír, asusta, causa ironía. También plantea reflexiones sobre sobre la avaricia, la suerte, la prepotencia, la pobreza, el morbo. Aunque todos los cuentos son distintos y no hay ni el más mínimo rasgo de redundancia entre ellos, también todos están fuertemente conectados, como en un nivel superior, por elementos como los finales contundentes, los encuadres simétricos, los personajes y situaciones extrañas, los distintos tipos de western, y sobre todo, la violencia. ¿Es el retrato o la estereotipación de una sociedad violenta?

Sinceramente, el resultado final después de 10 años de espera, no es tan convincente, le falta más carne a sus relatos, un desarrollo más profundo, lo cual no implica necesariamente que serán más largos, sólo más elaborados. Los realizadores de True Grit (2010) y No contry for old men (2007), evidentemente pueden realizar cosas de mejor calidad. Pero objetivamente, el resultado final de The ballad of Buster Scruggs no es malo, son unos cuentos entretenidos, poderosos, tranquilos, sencillos y tajantes, que van acorde con la cinematografía de los Coen, pero no van más allá de eso.


jueves, 11 de abril de 2019

El niño que domó el viento (The boy who harnessed the wind)



The boy who harnessed the wind (2019), es un filme realizado por el inglés Chiwetel Ejiofor. El filme se sitúa en Malaui, África. Allí, William va por primera vez a la escuela, en donde descubre cómo hacer más próspera a toda su comunidad. La película fue asesorada por el mismo William Kamkuamba, el hombre que inspiró esta historia, pero ¿qué tan africana es realmente la película?

Una poderosa e inspiradora historia, realizada con la plantilla sobre la que se hacen todas las películas mainstream, una de esas películas donde es fácil predecir qué sucederá, cuándo llorar o cuándo sorprenderse. La hizo Chiwetel Ejiofor, un actor británico reconocido por películas como 12 years a slave (2013) o Dirty pretty things (2002). Un hombre cuyos padres eran de ascendencia Igbo, nigerianos. Es su primer largometraje, patrocinado por Netflix, y cuya realización es bastante pulida, con actores que hacen muy buenas interpretaciones, y una fotografía que responde asertivamente a los retos de la locación. Sin embargo, el filme no plantea nada nuevo en absoluto, no hay símbolos propios, no hay propuestas arriesgadas, no existe el rompimiento de ninguna regla. Es como si él y su equipo se hubieran dedicado simplemente a contar una historia estéticamente correcta. 

Ahora, alejándonos de la forma y refiriéndonos al contenido, tampoco hay allí nada sobresaliente, pues está hecha con todos y cada uno de los elementos que Robert Makee expone como la arquitrama: una historia construida alrededor de un protagonista activo que lucha principalmente contra fuerzas externas antagonistas en la persecución de su deseo, a través de un tiempo continuo, dentro de una realidad ficticia coherente y causalmente relacionada, hasta un final cerrado de cambio absoluto e irreversible. ¿Dónde está lo “africano” de este filme cuando sobre él descansa una forma de realizar tan extranjera y alejada de la “africanidad”? Antes de responder es necesario aclarar que no existe ningún inconveniente con hacer películas con el esquema de la arquitrama, ni es responsabilidad siempre y de todos los realizadores proponer cosas nuevas desde la realización en cada película que hagan. El problema, como en este caso, está en no salirse de la zona de confort, no reinventar, no proponer en ninguna de las dos, ni en la forma ni en el contenido, porque eso hace de la labor cinematográfica un ejercicio artesanal, y por ende, del director en un artesano, no un artista, quien terminará produciendo películas en masa sin procurar una exploración personal en el arte cinematográfico. No se pueden hacer películas por la mera responsabilidad o impulso de contar algo, porque para eso existen los documentales. Hay que explorarse a sí mismo como artistas, las películas demandan eso de sus autores, pero Ejiofor no tuvo la pericia suficiente para dárselo a la suya.
                
Ahora, retomando la pregunta del párrafo anterior, esta es bien o mal una forma de realización colonizadora, pues es un británico con ascendencia nigeriana que regresa a África a hacer una peli allí, con la forma de hacer pelis que aprendió durante su formación en Europa y su labor en Estados Unidos. Pero bien o mal, es también una película totalmente válida, en cuanto a que la representación que hace del pueblo Malaui no es tan alejada de la realidad ni atenta contra su idiosincrasia. Existe una labor consciente por parte de los realizadores (en donde hay bastantes africanos por cierto), sobre el respeto y la honesta representación de una cultura, sobre todo cuando esto se proyecta en plataformas como Netflix. Pero ese gol no hace ni hará que sea una buena película. La historia real de William Kamkwamba es demasiado poderosa para haberla dañado contándola de esa forma tan sobre-usada y deficiente, no pasará a la historia un filme como este.


jueves, 4 de abril de 2019

Dogman



Dogman (2018), un filme de drama, thriller, crimen y terror psicológico realizado por el italiano Matteo Garrone. Cuenta la historia de Marcello, un humilde y noble peluquero de perros, amigo de Simoncino, un hombre semejante a una fiera salvaje que tiene sometidas a todas las personas a su antojo ¿Qué produce este contraste entre estos dos personajes? 

Una película lúgubre, y con una dirección de actores excelente. Con una historia más bien sencilla, donde priman los personajes, las sensaciones y la estética. Más que merecido su premio en Cannes. Matteo, el director, ya ha sentado un precedente de la violencia y lo grotesco en su cine, y esta vez retoma estas temáticas en un hombre que es la encarnación misma del terror: Simoncino. El accionar suyo en un pequeño suburbio italiano construye un universo supremamente agresivo, sórdido, siniestro, angustioso, asfixiante, opresivo, dominante, sangriento e insensible. Sin embargo, en contraposición a esto hay en escena un personaje como Marcello. Un hombre escuálido y asolapado, con sentimientos y valores muy humanos, que le arrebata en ocasiones al filme ese aire animal que tiene, y le da visos de docilidad, sencillez, paciencia, sumisión y suavidad. Esta dualidad que establece el desarrollo de la relación entre estos dos, le brinda al filme la capacidad de transportar al espectador de tensiones bestial y brutalmente violentas a actos de amor absolutamente sublimes. Juega con sus emociones de forma atroz, con escenas donde congelan a un perro vivo, pero también donde una niña le explica apasionada a su padre cómo peinar a un can. Este ir y venir entre emociones de violencia y carisma, causan que la empatía con Marcello sea tan grande como el miedo a Simoncino, al punto tal, que el espectador siente cada vez más pesadumbre, más ansiedad, más desesperación, a medida que los encuentros entre estos dos van generando más fricción. Absolutamente abrumadora y apasionante.

La dualidad se nota también en la planimetría: los sustanciosos planos generales de Dogman tienen una composición magistral, pues en varias ocasiones, con uno solo de estos planos se cuentan demasiadas cosas, haciéndolos muy narrativos, estéticos y simbólicos. Por ejemplo allí se habla del background de los personajes, de su personalidad, de intenciones ocultas, hasta de sus sentimientos, a veces sutilmente, a veces de forma contundente, y todo dentro del mismo encuadre. Esto contrasta con sus primeros planos en donde las acciones a desarrollar son más desequilibrantes, tensionantes y rítmicas, planos dedicados al desenvolvimiento del relato.

Una película salvaje, brutal y espléndida. Un desafío psicológico. Un filme tan humano como deshumanizador, siniestro, feroz, perturbador.