Monos (2019), cuenta la historia de un grupo de jóvenes guerrilleros que durante el cumplimiento de una misión pierden toda humanidad dentro de sí, se vuelven monos. ¿Es acaso está una parte de la historia del conflicto armado colombiano?
A diferencia de lo que muchos pueden llegar a creer, la película no habla estrictamente del conflicto armado colombiano, pero a Alejandro Landes (el director), se le nota a leguas su estrecha relación con los más de 50 años de sangre derramada en los montes nacionales (ya se notaba en Porfirio [2011]), pues muchas de las situaciones allí planteadas llegarían a parecer irreales o exageradas, si no supiéramos qué en lo más oculto de nuestras selvas se han vivido tragedias de ese tamaño. Es sin duda una de las mejores películas de acción colombianas.
Es moderna, pues enreda los comandos de una guerra con el carácter de las nuevas generaciones, lo cual resulta en niños que se divierten tanto jugando en un río o comiendo hongos, como espiando a su rehén o disparando. Es un grupo de jóvenes que mientras exploran la vida como cualquier adolescente, responden a su vez con una serie de mandatos guerrilleros en un contexto absolutamente salvaje. A lo largo de unos de los paisajes más impactantes y hermosos, este grupo de 8 jóvenes se aleja cada vez más de su lado humano y se va adentrando en su instinto más salvaje para sobrevivir, dejando en ellos seres mentalmente deshechos, con emociones corrompidas. La misma forma en que está hecha la película es tan mordaz y frenética que logra deshumanizarlos progresivamente, volverlos fieras, corrompidas por la sed de poder y el miedo. Es así como este grupo de amigos, capaces de aliarse para cuidar una vaca o jugar fútbol, finalmente también son capaces de encadenar a alguien del cuello como a un perro rabioso o de dejar huérfanos a unos niños.
El problema con las películas de acción es que mientras dura toda la parafernalia, la historia no se desarrolla, pero en Monos ocurre lo contrario, pues Yorgos Mavropsaridis, el editor (de Yorgos Lanthimos, el más reciente ganador al premio de la academia), le da a la acción un sentido más allá de entretener: entre más acción hay, más bestiales se vuelven los personajes, más instintivos y brutales, al punto en que esta realización tan aturdidora incluso pierde en ocasiones la atracción del espectador completamente cuerdo. Pero eso no es un problema, porque ese precisamente el objetivo de mostrar seres humanamente corroídos, que el espectador pierda la empatía con ellos. Por otro lado, la música, aunque bastante acertada, se vuelve intensa y repetitiva. Ahora, el diseño sonoro es exquisito y la fotografía está impresionantemente bien lograda a pesar de la condiciones tan hostiles del rodaje. En más de una ocasión me pregunté ¿cómo hicieron eso?
Finalmente esta película es única; es el retrato ficcionado de una guerra, que fácilmente puede estar compuesto de la tradición oral de las víctimas del conflicto, entendiendo como víctima tanto al secuestrado que se escapó y duró 3 días perdido en la selva, como al comandante que tenía órdenes de trasladar a su cuadrilla desde Boyacá hasta el Amazonas, pues no todos los que hacen la guerra lo hacen por decisión propia, a muchos les tocó.